Según la OMS la medida máxima de material particulado respirable debería ser de 10 microgramos por metro cúbico (μg/m3) y Angol tuvo un promedio mensual de 47.7 μg/m3 en 2021, casi cinco veces más de lo permitido. Lo de Angol y su primer lugar en América, lejos del morbo, desnuda un problema estructural profundo con múltiples aristas. ¿Qué sucede allí? La voz de sus habitantes lo revela.
Hace menos de un mes la capital de la provincia de Malleco se transformó en la ciudad más contaminada atmosféricamente de América Latina y el Caribe según el ranking mundial de medición de calidad del aire de IQAir, empresa asociada al Programa Ambiental de las Naciones Unidas.
La medición del año 2021 puso en este triste top ten a siete ciudades chilenas. Luego de Angol, Padre Las Casas se llevó el segundo lugar y Coyhaique el tercero. Acompañan Coronel, Temuco, Traiguén y Nacimiento. ¿Santiago? En la undécima posición.
Según la Organización Mundial de la Salud, la medición del material particulado (PM) en el ambiente –polvo, hollín, humo, suciedad o gotas de líquido- se fija en el número 2.5. Un PM de 2.5 microgramos, mucho más fino que el cabello humano y prácticamente invisible al ojo, es peligrosísimo ya que posee la capacidad de alojarse profundamente en las vías respiratorias.
Según la OMS la medida máxima de material particulado respirable debería ser de 10 microgramos por metro cúbico (μg/m3) y Angol, según el ranking de IQAir 2021, tuvo un promedio mensual de 47.7 μg/m3, casi cinco veces más de lo permitido. Los datos que provienen de una estación de monitoreo privada y que no pertenece al Sistema de Información Nacional de Calidad del Aire del Ministerio del Medio Ambiente, entregaron números alarmantes: desde el mes de mayo a octubre las 52 mil personas que viven en Angol inhalaron aire contaminado. De hecho, la medición más alta fue en el mes de junio con 125.3 μg/m3, 12 veces más de la norma.
Angol está en un valle – o en un “hoyo” como dicen los locales- y en mapudungun significa “subir a gatas”, en verano luce cielos limpios y aire puro, pero cambia a una neblina intensa cuando el frío se presenta. La polución ambiental en esta ciudad se asocia al invierno y a un tema arraigado culturalmente en el sur chileno: la leña. Cocinas y estufas han sido alimentadas por décadas con bosques talados. Alrededor del fuego se prepara la comida, se seca la ropa y se hace vida familiar
Angol, según la Casen del 2015, tenía 1.893 hogares pobres. La desigualdad económica se hace latente al momento de adquirir formas de calefacción más amigables con el medio ambiente como el pellet, el gas o la electricidad. Su alto valor provoca que los estratos con mayores índices de pobreza continúen haciendo de la leña como el principal medio de protegerse en el invierno.
La contaminación atmosférica es sumamente peligrosa y afecta a largo plazo. A nivel mundial se cifran en 7 millones las muertes anuales asociadas a este fenómeno antrópico. Fernando Lamas, médico cardiólogo y académico de la Universidad de la Frontera señalaba la serie documental “El derecho de respirar”, que la mayor parte de los decesos son por infarto cardíaco o infarto cerebral y que la polución atmosférica produce enfermedades respiratorias agudas en niños, obstrucciones respiratorias crónicas en adultos y cáncer pulmonar.
Lo de Angol y su primer lugar en América, lejos del morbo, desnuda un problema estructural profundo con múltiples aristas. ¿Qué sucede en Angol? La voz de sus habitantes lo revela.
La ropa huele a humo
“Para nosotros la noticia de ser los primeros también fue sorprendente. La gente igual se sorprendió de ser la más contaminada, es como un ranking demasiado inédito”, dice la médica internista Constanza Micolich que trabaja hace 4 años en el Hospital de Angol. Su pareja, el siquiatra Fernando Manríquez llegó antes, el año 2016.
Ambos son originarios de Santiago y cuentan que desde abril ya comienzan a prenderse las chimeneas y que eso dura hasta septiembre. “Viviendo acá uno no se acostumbra, pero cuando viajaba a Santiago a ver a la Constanza en el tiempo en que no vivíamos juntos, para ella era muy llamativo el olor de mi ropa” recuerda Fernando.
“Y es que su ropa estaba pasada a humo. Angol tiene olor a humo los meses de otoño e invierno”, complementa la doctora. La cultura del fuego y de las estufas prendidas -a pesar de que no haga tanto frío- también les ha llamado la atención. “La mayoría de la gente se calefacciona con leña. La inversión de una estufa a pellet es muy cara, es una especie de lujo. Las personas dicen que no hay calor como el de la leña”, relatan a dos voces.
Fernando entiende que hay una cuestión en torno al fuego de la leña: “Tiene un carácter simbólico fuerte, de calorcito, familia, cuestiones vinculadas a ese tipo de calefacción”. El siquiatra cuenta que nunca ha escuchado a las personas quejarse por el humo y que la amenaza de la contaminación se hace invisible tanto por lo cultural como porque Angol “está metida en un hoyo y no hay como ver desde arriba dónde estamos metidos”.
Constanza dice que en invierno si sales a trotar terminas obstruido. “Se hace notorio a las dos cuadras corriendo. Acá nunca han decretado emergencia o pre-emergencias. En invierno es normal que se interne a gente descompensada en el hospital, tal como sucede en Santiago. Lo que sí hay que recalcar que acá no hay un especialista broncopulmonar, entonces todas estas personas que tienen un daño por inhalar humo se tienen que ir a ver a Temuco. Eso es súper complejo porque los tratamientos y controles se hacen por parte de médicos generales e internistas”.
En invierno la máxima contaminación se produce en las tardes, cuando las personas vuelven a sus hogares. “Entre cinco y diez de la noche son las peores horas”, relata Fernando y agrega que “la gente de acá dice que Angol era tremendamente lluvioso hace 15 años. Hoy me atrevería a decir que es un invierno relativamente seco”.
Leña certificada pero cara
Ariel Giusti es ingeniero civil industrial y se dedica al rubro de la leña desde hace tres años. “Y hace un año que estoy certificado. Cosa que no es fácil y en que demoré dos años, porque hay una serie de requisitos que cumplir y que están asociados a vender leña seca”, cuenta al teléfono mientras viaja a Concepción.
La empresa de Ariel es una de las pocas en Angol que cuenta con el “Sello Calidad de Leña” entregado por el Ministerio de Energía. “Eso implica galpones de guarda y cámaras de secado. En marzo ya tenía cortada mi producción para el 2023 y hoy lo que estoy vendiendo es lo del año pasado. Hago un año de secado y en Angol tenemos un clima privilegiado para hacerlo al aire libre. Pero para esto hay que tener una espalda económica porque las lucas llegan con un año de desfase. Igualmente hay créditos Fogape y programas del gobierno como el “Leña Más Seca”, entonces se puede hacer si eres ordenado”.
Cuenta que en el mundo de la leña hay dos tipos de proveedores: los certificados y los informales. “Nosotros tenemos que cumplir con las mediciones de nuestras líneas, almacenar sobre pallets, cuidar la humedad, llevar registros, hacer guías de despacho, entregar boletas o facturas y todo eso encarece el producto”.
El metro cúbico de leña de Ariel vale $55 mil pesos + IVA. “Y en Angol el informal lo vende a $27 mil pesos. ¿A quién le va a comprar la gente? Al informal, claramente”, dice con honestidad. Ariel cuenta que desde abril en adelante al mercado informal se le acaba la leña seca y comienza a vender los palos húmedos. Los más contaminantes. Su mercado, casi en un 90%, es Concepción porque allá pagan el precio de la certificación y “comparado al informal la diferencia es solo de un 10 a 15%”. Dice que su clientela ya está fidelizada, porque cada vez es más difícil hallar madera seca.
“En Angol la competencia es demasiado dura. Allá hay una cultura de leña, entonces toman sus camionetas, la motosierra, parten al bosque y sacan su propia leña. Les da lo mismo en el estado en que esté y no la pagan. Van donde se hizo alguna faena forestal, toman los residuos de la madera, los procesan y utilizan”, cuenta. Ariel dice que Angol tiene olor a humo y Concepción también, que eso se nota eso en el ambiente y es producto del consumo de leña húmeda.
“Hoy se está migrando al uso de pellet, pero es más caro y eso es su limitante. Una estufa a pellet va desde 1 millón de pesos a 600 mil, entonces los sectores vulnerables no podrán llegar a esa cifra para hacer el cambio. Hoy en día es vital regular la leña como combustible y de esta manera toda la madera se junte en centros de acopio que estén formalizados y que el producto tenga una humedad menor al 25%. Eso ayuda a tener menos contaminación y aumenta el poder calorífico del punto de la madera”, puntualiza.
Con las manos atadas
“Hoy por hoy Angol no cuenta con una estación de monitoreo con representación poblacional como lo describe la normativa, sino que hay sensores de impacto que son los que entregan la información asociada a la calidad del aire y son de tipo experimental. Y esos datos no están validado. No es una estación oficial y eso le quita un poco la legitimidad al ranking” dice Gabriel Artigas, ingeniero ambiental y jefe de Aseo, Ornato y Medio Ambiente de la Municipalidad de Angol.
Cuenta que es “innegable que hay una mala calidad del aire”, pero que Angol no tiene ningún tipo de restricción actualmente porque no existe un Plan de Descontaminación como Temuco, Padre Las Casas o Los Ángeles. “No existe un Plan de Descontaminación porque no tenemos una estación de monitoreo con representación poblacional, que debe estar durante un rango de años para decir que la comuna está en zona latente o saturada. Posterior a ello viene el Plan”.
Para Gabriel, nacido y criado en la comuna, “el humo ha existido siempre” debido a la geografía de valle que tiene la capital de Malleco y sus condiciones de ventilación. Los datos que han obtenido respecto al material particulado viene de medidores “alternativos”, originalmente tres y del cual solo funciona uno, y que los puso la misma Municipalidad: “Y uno no es como para hacer la representación de la ciudad”.
Gabriel señala que han enviado informes a la Seremi de Medio Ambiente y registrado lo que en Angol ha sucedido este último tiempo, sobre todo con lo del ranking, y reflexiona acerca de que hay que ponerle atención por parte de las autoridades de la región y de nivel central.
“Hay muchos actores involucrados para solucionar este problema como el Ministerio de Salud o el de Medio Ambiente, en que las ciudades más chicas –algunas menores que Angol y con la misma problemática-. Buscamos hacer consciencia en la gente con los recursos que tenemos, hacemos campañas, pero son puntuales. Igualmente, no todo el mundo tiene el dinero para comprar leña anticipada, por ejemplo, o dejarla en algún lugar que quede seca. Tampoco hay una fiscalización de los humos visibles porque no hay restricciones debido a que no tenemos un plan descontaminante”, señala el jefe seccional.
El valor de la electricidad o la parafina, con sus precios en alza constante, hace que la leña se transforme en la forma más económica de calentar las casas. “Este es un problema económico, ambiental y social. Es una pirámide que se traduce en esta problemática. Si estamos en ese ranking, independiente de su respaldo o medición científica, nos ayuda a decir que si estamos ahí es porque algo hay que hacer con Angol”, señala Gabriel.
Educando a los ciudadanos
Karolina Rodríguez fue elegida como presidenta del Comité Ambiental Comunal de Angol –creado el 2016- este año. “Yo soy egresada de ingeniería civil ambiental. Esta área es mi pasión y Angol tiene muchas problemáticas ambientales como la contaminación atmosférica o el tratamiento de residuos, ya que desde el 2021 cerraron el vertedero sanitario”, indica.
“El problema de la contaminación del aire lo tenemos solo en invierno y en verano se despeja completamente y las personas se olvidan de ello. Nuestro principal foco estaba en la educación ambiental, pero las personas han hecho sentir la preocupación por la calidad del aire”, cuenta la presidenta.
Karolina reconoce que la contaminación atmosférica en Angol existe y está muy elevada Recuerda de varios días en este año, con bajas temperaturas, ha salido de la casa y sentido que el ambiente es irrespirable. “Es visible, se siente el aire denso, se siente el humo, es algo que nadie puede negar. Comentamos acerca de este estudio y ver qué tan representativo era esto de decir que Angol es número uno ya que no son comparables los sensores de monitoreo que tenemos con las estaciones de monitoreo que si están validadas y que tiene una representación poblacional. Igualmente es un llamado de alerta para los angolinos y las autoridades”.
El Comité Ambiental Comunal está buscando –cuenta Karolina- la forma de que la ciudad cuente con un sistema de monitoreo oficial para ejecutar posteriormente un Plan de Descontaminación “pero sin perder el foco en las problemáticas socio-ambientales que se van a venir cuando veamos que la contaminación está por sobre la norma”. La profesional se refiere a temas como el costo mayor de la leña seca o que “la situación económica en Angol no es alta, entonces cambiar un sistema de calefacción es muy difícil si consideramos que una estufa a pellet está por sobre los $650 mil pesos”.
Como grupo, señala, que están haciendo talleres de educación ambiental en que fomentan el uso de la leña seca y emitir menos contaminantes a la atmósfera en el marco del Cambio Climático.
“Esto del informe de que somos el número uno, sensibilizó a la gente. Hubo mucha preocupación de los ciudadanos en torno a qué hacemos. Debemos responsabilizar a la gente y que se den cuenta que los principales contaminadores somos nosotros y que es nuestra responsabilidad la calidad del aire y disminuir la contaminación. Pero no es fácil asumir esta pega de descontaminar porque tengo que calefaccionarme también. Creemos que debe haber una preocupación desde la municipalidad de educación y de resolución de conflicto. Cuando hay un Plan de Descontaminación aparecen los subsidios para el recambio de estufas, pero están dentro de ese marco. Desconozco si se puede hacer sin ello”, finaliza.
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