Con motivo de un nuevo aniversario del asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt (21 de septiembre de 1976) en Sheridan Circle, pleno barrio diplomático de Washington DC, el autor de “La muerte y la doncella” hizo un alto en sus labores como docente en la Universidad de Duke, Carolina del Norte, para hacerse presente en el lugar en donde se produjo el atentado ejecutado por agentes de la dictadura de Augusto Pinochet. Conocido a nivel mundial por su prolífica obra como escritor, dramaturgo, poeta, ensayista y cineasta, Ariel Dorfman concede una entrevista distendida y profunda, compartiendo su visión de Chile, del proceso constituyente y tomando posición respecto de la próxima elección presidencial. Una conversación en que el eje está puesto en Chile, pero en la que Dorfman, fiel a su compromiso humanista, se refiere también al gran desafío que enfrenta el género humano: la lucha por evitar su propia extinción.
-El homenaje realizado a la memoria de Orlando Letelier y Ronni Moffitt fue especialmente emotivo para usted, ya que su alocución fue antecedida por la presentación de su nieta, lsabella Dorfman, investigadora del Institute for Policy Studies, el mismo think tank en donde trabajaba Orlando Letelier al momento de su asesinato. ¿Cuál es la importancia de la memoria sobre estos hechos para las futuras generaciones?
-A lo largo de la historia, la lucha por la memoria ha sido fundamental para cualquiera que sueñe con un mundo mejor, porque es una característica del poder, especialmente del autoritario, tratar de borrar sus crímenes, sus demasías y olvidar a los díscolos, a los rebeldes, a los marginados. En este momento, más que nunca, importa rescatar el pasado que nos inspire y recuerde que todo avance se construye sobre los hombros de mujeres y hombres que sufrieron para legarnos una historia digna, a veces muriendo en el intento. Es el caso de Orlando Letelier.
Pero no se trata tan solo de recordarlo como mártir. Como dije en mi discurso, una semana antes de su asesinato, él publicó un ensayo en The Nation, donde enfatizaba que los experimentos neoliberales de los Chicago Boys requerían inevitablemente de la represión y la violencia contra la mayoría de la población, la llamada Terapia de Shock, es decir, se aplica electricidad a la población y al mismo tiempo se pone corriente eléctrica en los sótanos de la dictadura a quienes no aceptan tal política. Hacer memoria de esas palabras de Orlando es una manera de entender y analizar nuestra propia lucha por la justicia y la igualdad hoy. El hecho de que mi propia nieta, de 21 años de edad, me presentara en el acto de hoy, simboliza para mí el relevo de las generaciones, porque ella tiene la edad de los jóvenes que, en Chile y en todo el mundo, salen a protestar para que no haya discriminación, pobreza, brutalidad policial, pensiones miserables, una educación desfinanciada. Es importante que cuando los jóvenes salen a la calle, y cuando estudian, y cuando aman, y cuando cantan, sepan que son parte de una búsqueda de profundas raíces históricas.
-¿Cómo ve Ariel Dorfman al Chile de hoy?
-Yo veo un Chile muy esperanzado, pero a la vez un país con muchos peligros hacia adelante si no logramos clarificar nuestro camino, la ruta que debemos seguir. Nosotros tenemos una clase conservadora que, a mi entender, es una de las más astutas de América Latina y del mundo, y que ha sabido utilizar todas las estrategias para mantener su poder. Ahora bien, esta es la primera vez que quedó tan clara la desnudez de ese poder, de esas grandes corporaciones, del capital financiero y de esos exterratenientes que aún siguen viendo al país como su fundo, frente a la voluntad mayoritaria del pueblo de Chile. Cuando vemos que las comunas en donde ganó el Rechazo son, precisamente, las más ricas del país, de repente quedó en evidencia que ahí había una clase que quería mantener las cosas tal como estaban. Se dio una especie de amanecer en Chile, algo muy especial, que incluso durante la Unidad Popular no se había dado.
-¿Es este un momento histórico, único, con una épica distinta a la Unidad Popular?
-Creo que sí. Mira, cuando yo era tan joven como Gabriel Boric y era parte de la Unidad Popular, yo creía que eso era el futuro, que sería cosa de tiempo para que toda América Latina fuese socialista, sin embargo, a pesar de mis convicciones, esa maravillosa revolución chilena terminó en un desastre. Hoy existe una sensación de que estamos en un momento clave de nuestra historia, con una épica y reivindicaciones compartidas por una abrumadora mayoría de los chilenos, lo que no se dio en la Unidad Popular, en donde hubo un escenario de polarización de la sociedad. Hoy, lo que haga Chile nuevamente puede ser muy importante para el resto de América Latina, pero en un sentido distinto a lo que buscábamos hace 50 años.
-Desde el mundo de la izquierda siempre ha existido una especial valoración de los procesos colectivos para transformar la sociedad, sin embargo, hoy resulta ineludible fijar la atención en quiénes conducen dicha propuesta de cambio en Chile.
-Mira, la verdad es que lo que tú señalas es una sana tradición de la izquierda chilena, esto de remar y batallar por fortalecer procesos colectivos de transformación de la sociedad. Salvador Allende, por ejemplo, era una personalidad de una potencia tremenda, pero su figura no se explica sin el proceso de acumulación de fuerzas de muchas décadas anteriores a la Unidad Popular. En la actualidad, es evidente que estamos frente a un momento muy singular en la historia de Chile, y le corresponde –a mi parecer– a Gabriel Boric la responsabilidad de su conducción. Yo lo veo como un líder con una personalidad muy interesante. Tiene una combinación muy especial de consistencia ideológica y de lucha, y también una enorme flexibilidad y apertura hacia los demás, a entender que se puede equivocar. Un político que entiende y reconoce que se puede equivocar, ya cuenta con mi atención y respeto. En el caso de Gabriel Boric, cuenta además con mi voto. Me parece que tiene, también, una gran altura de miras y respeto hacia los demás. Lo menciono porque me preocupa algo que noto en los medios sociales, una tendencia hacia la virulencia, el odio, el ataque cobarde y a mansalva hacia quienes no comparten las posiciones de quien opina. Quienes actúan así están influidos, sin darse cuenta, por la vulgarización y el encono que creó la dictadura. Cuando queremos destruir al adversario, liquidarlo, y no abrirse al diálogo, estamos siendo autoritarios. Y yo creo que Boric, por el modo apasionado y a la vez sereno en que explica las cosas, es un modelo que muchos deberían seguir. Y está bien acompañado: es con esa altura de miras que se han desarrollado, en general, las discusiones de la Convención.
-Aun cuando la derecha política se encuentra en un momento crítico y sin posibilidades de incidir decisivamente en la Convención Constitucional, no se puede desdeñar a ese tercio de chilenos que tienen un pensamiento conservador. En este sentido, ¿ve que sea posible que los sectores de derecha se sumen a la construcción de mínimos comunes?
-Yo quisiera que Chile tuviera un partido de derecha decente. Me refiero, por ejemplo, a que, en este nuevo periodo histórico, sean respetuosos de las normas que emanarán de la Convención Constitucional. Que defiendan sus ideas sobre libre mercado y libertad individual, incluso sus posturas conservadoras en temas morales y sexuales, pero que lo hagan desde los valores de la democracia y, de una vez por todas, sin justificar las brutales violaciones a los derechos humanos cometidas en Chile “en defensa de la libertad”. Creo que hay sectores de derecha que entienden la nueva etapa histórica que vive el país, me refiero a los Ossandón, a los Desbordes, pero lamentablemente son minoritarios. Nosotros, los que queremos los cambios, tenemos que asegurar que nuestros adversarios tengan voz y voto, que tengan, en la medida de sus fuerzas, posibilidades de participar, porque no queremos una república excluyente. No queremos eso, pero a la vez, hay que ser muy firmes respecto a que hay cosas que no podemos dejar de hacer. Las aguas, por ejemplo, ¿son un recurso privado, transable, o pertenecen al conjunto de los chilenos?; las mujeres, ¿van a seguir siendo víctimas de la violencia? Esas son las preguntas que no podemos dejar sin respuesta. Los jóvenes no pueden ser discriminados. Los viejos no pueden pasar sus últimos años en la miseria. No podemos tener educación y salud de segunda clase para la mayoría de los ciudadanos. Hay ciertas cosas que son básicas y, sin esas cosas, no tenemos un país de verdad.
-En definitiva, se refiere a lo que es parte del acervo civilizatorio de la humanidad…
-Exactamente. Se trata de conquistas alcanzadas luego de generaciones, de mucha gente que dio su vida por estos cambios, y nosotros somos herederos de esas luchas. En la historia de Chile hubo mucha gente que luchó por estas transformaciones y, por supuesto, tenemos la imagen señera de Salvador Allende, que cometió muchos errores, pero que, llegado el momento, permaneció hasta el final en La Moneda, legando al país y al mundo una tremenda lección moral.
-¿Cómo ve la labor de la constituyente?
-Como chileno desde afuera, y recogiendo lo que escucho y percibo desde el mundo hacia Chile, es evidente que esta es una experiencia extraordinaria, por lo que creo que debemos tener mucha paciencia frente a lo que está ocurriendo. Creo que los constituyentes lo están haciendo realmente muy bien, ya que se trata de una experiencia inédita, esto nunca se había hecho. Tal como la Unidad Popular fue una experiencia inédita, que no supimos aprovechar como debimos haberlo hecho, esta hay que cuidarla como “hueso de santo”, más bien como “esqueleto de santo”. Lo que hay que entender es que se trata de un proceso en desarrollo, en donde, a pesar de las dificultades, como la falta de reglamentos, de recursos e incluso, en un principio, de un lugar para sesionar, se ha avanzado y se ha respetado a la minoría, aunque la derecha lo niegue. No valorar que hasta el momento las cosas se han hecho muy bien es no entender el contexto de este proceso. Ahora bien, cuando una persona que integra la Convención falsifica su pasado, eso no debiera extrañarnos, ya que en Chile se han trastocado gravemente los valores; de hecho, la derecha ha falsificado groseramente el pasado del país; luego, no es extraño que alguien se crea con la libertad de falsificar su propio pasado con tal de lograr sus objetivos. Dicho esto, no se trata en absoluto de justificar la conducta de Rojas Vade, que es especialmente irresponsable, grave y dañina para este proceso constituyente. Nosotros, los que queremos los cambios, no nos podemos equivocar. Los otros se pueden equivocar todo lo que quieran, nosotros no.
-Desde el exterior, ¿percibe que exista una real voluntad mayoritaria de cambio?
-Mira, yo siempre pensé que no nos bastaba con un 40, 45 o incluso un 50% de la población para hacer cambios sustantivos, pero ahora tenemos el 80% de la población que se ha manifestado claramente por transformaciones profundas. Es cierto que se trata de un 80% con muchos matices y, si se quiere, hasta cierto punto dividido, pero es el pueblo de Chile el que ha decidido, muy mayoritariamente y como en muy pocos lugares del mundo, moverse en la dirección de una república igualitaria, democrática y digna.
Tenemos la posibilidad de hacer cambios muy profundos que, a la vez, sean hechos de tal manera que la gente entienda que estos cambios les ayudan en su situación económica, familiar, social y cultural.
-Siendo Gabriel Boric su candidato, como ha dicho, con la experiencia de la UP, ¿cómo ve un eventual Gobierno de la izquierda en Chile?
-Lo primero es que creo que debe asegurarse que todas las fuerzas de cambio estén representadas en su Gobierno y de acuerdo con su programa. Es necesario articular una coalición suficientemente amplia para implementar los cambios y que estos sean lo más amplios posibles, en sintonía con lo que quiere la gente. Lo segundo es el gran desafío de la ecología, porque estamos en un momento crucial de la humanidad, en donde necesitamos ser socios de la naturaleza y no sus simples explotadores. Dentro de 30 años tendremos flujos aún mayores de migrantes por causas climáticas. Dentro de 30 años tendremos guerras por el agua. Dentro de 30 años no tendremos suficiente agua potable para Santiago. No estoy hablando de una cosa cualquiera. Esto no es un volcán Vesubio. Esto es el volcán entero de la Tierra que va a explotar. Yo creo que el gran desafío es encontrar el modo de entender la lucha por la ecología como la lucha por nuestra propia supervivencia y la de nuestros hijos. Finalmente, creo que un tercer gran desafío que enfrentará el próximo Gobierno será asegurar la transición de Chile a una república plurinacional y multilingüe.
-Sobre esto último, una cosa es el texto de la nueva Constitución y otra, muy distinta, es que el próximo Gobierno se la juegue por transitar efectivamente hacia una república plurinacional y multilingüe…
-Exactamente. Son necesarios los cambios institucionales para conseguir este objetivo, pero sobre todo es necesario convencer a los chilenos del carácter liberador que tiene reconocerse como una república plurinacional y multilingüe. Un pueblo que reconoce a las distintas naciones que conviven en su interior y que habla varios idiomas, es un pueblo más rico y más liberado, comparado con un pueblo que solo habla un idioma. Hay una gran riqueza en las distintas formas posibles de ser chileno. Se trata de un desafío que no ha sido suficientemente atendido y creo que necesitará de tiempo y de verdadera pedagogía política, ya que los enemigos del cambio tratarán de pintar esto como extremismo, tratarán a Boric de antichileno y quizás qué otras barbaridades. Creo que es una tarea que no será fácil, porque la forma en que se maltrata a las mujeres, a los pueblos originarios, a los gays, a los que viven en regiones o en sectores marginados, tiene una profunda raigambre en la sociedad y el subconsciente chileno. Por eso hace falta un liderazgo que señale la necesidad de mirarse en el espejo y llevar a cabo un incesante autoanálisis, aunque reconozco que aquí habla el literato y novelista que cree en la necesidad de palabras liberadoras.
-En el homenaje a Orlando Letelier y Ronni Moffitt, que nos dio pie para el inicio de esta conversación, usted señaló que con la promulgación de la nueva Constitución se terminará definitivamente con la dictadura. Dados los 30 años de gobiernos civiles posteriores a 1990, para muchos puede ser una afirmación un tanto discutible.
-Mira, aquí se está acabando la dictadura, y eso es extraordinario. No se trata de no valorar los últimos 30 años de gobiernos civiles y sus avances, muy por el contrario, pero la transición hacia la democracia se terminará el día que se proclame la nueva Constitución Política de Chile, el día en que finalice el proceso en donde nuestro pueblo discutió, decidió y votó, a través de sus representantes, por el país que quiere. En definitiva, el país con el que sueña. Ese día sí que habremos enterrado a Pinochet.