Reconoce que él nunca pensó que estaría en este momento.
A punto de cumplir 36 años, edad que lo habilita para sentarse en el Palacio de La Moneda a partir del 11 de marzo, Gabriel Boric Font fuma un cigarrillo tras otro a pocas horas de dar a conocer su gabinete.
En su departamento ubicado en el centro de la capital chilena, el nuevo presidente sabía que daría un golpe a la cátedra.
El equipo que lo va a acompañar para el gobierno que promete transformaciones sociales profundas es probablemente el más diverso que se ha visto en el país: más mujeres que hombres, la mitad formados en la educación pública, miembros de partidos que salen de su coalición política; son un símbolo de un Chile que se aleja de las élites sociales que han gobernado el país desde la vuelta a la democracia.
“En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época“, le dice contundente a BBC Mundo en la primera entrevista que concede a un medio extranjero tras ganar las elecciones.
Fueron casi dos horas de conversación en las que no solo habló de un “nuevo orden” para Chile, sino también de su relación con la izquierda latinoamericana, sus referentes políticos a nivel mundial o la violencia que se vio durante el estallido social.
Acá lo resumimos.
¿Qué piensa que representa usted y que finalmente le permite llegar a La Moneda?
Creo que representamos una energía generacional de transformación que ha aprendido en el camino a valorar la historia que nos constituye. Representamos aire fresco, juventud, novedad, pero con conciencia del encadenamiento histórico de los procesos. Representamos también que el statu quo o el conservadurismo es lo que peor le puede venir a Chile en estos momentos.
En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente, Chile también tiene que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época.
Acaba de anunciar un gabinete desequilibrado en cuanto a género, 10 hombres y 14 mujeres…
Qué alegría que se pueda decir eso en estos días. El que hayamos logrado esto es la lucha de miles de mujeres que han empujado las barreras de lo que se entendía posible durante mucho tiempo y ahora con la última ola feminista más aún. Pero no somos los primeros que lo intentamos, la presidenta Bachelet en su primer mandato hizo un esfuerzo por tener un gabinete paritario y las fuerzas del conservadurismo se lo aserrucharon rápidamente.
¿Por qué dice eso?
Porque tuvo que cambiar. El primer gabinete que presentó era paritario y nadie se repite el plato, dijo; y al primer cambio de gabinete tuvo que hacer cambios por presiones que iban más allá de lo que era su genuino deseo. Y hoy día nosotros recogemos esa experiencia también. No quiero presentarnos como pioneros, sino como que estamos recogiendo un legado que va mucho más allá de nosotros.
Y con ministros y ministras que provienen de distintas realidades educacionales… ¿Cuál es la señal que quiere dar?
Que Chile es diverso, y esa diversidad también tiene que expresarse en sus instituciones y en su política. Durante demasiado tiempo la élite chilena era excesivamente endogámica y no lograba ver más allá de sus propias narices y yo siendo parte de una élite creo que tenemos el deber y la responsabilidad de salir de nuestros círculos de confort y pensar un Chile más integral.
Y entre sus ministros tiene un profesor para la cartera de Educación que se formó en la educación pública…
Así es, en San Miguel, en el mismo colegio que Los Prisioneros. Y nos parecía que ese era un gesto importante, además de las competencias profesionales y la vocación de Marco Ávila yo creo que para el sector era un gesto necesario.
Durante demasiado tiempo tuvimos académicos sin aula, ingenieros comerciales dirigiendo la educación en nuestro país y creo que hacía falta un remezón desde el aula que es donde se expresan de manera más clara las desigualdades y los desafíos de la experiencia educativa. Esto no puede ser reforma sin sala, sin los niños y las niñas, no puede ser reforma sin profesores.
Y una mujer de 35 años, la expresidenta del Colegio Médico, Izkia Siches -independiente- en el Ministerio del Interior…
Qué agallas tiene Izkia Siches, pero eso lo ha demostrado con creces durante mucho rato. Es un liderazgo reconocido por la sociedad chilena del rol que jugó en los momentos más difíciles que nos ha tocado con la pandemia.
De opiniones firmes pero a la vez abierta a escuchar y convocar transversalmente para un bien común por sobre los intereses personales; creo que logró darle un sentido de propósito a un colegio médico que durante mucho tiempo solo había defendido intereses de un sector muy reducido y desde ahí le habló a la sociedad y no me cabe ninguna duda que va a cumplir un excelente rol a cargo del Ministerio del Interior y Seguridad Pública, que es un desafío tremendo, porque es un ministerio que tradicionalmente ha sido ardiente.
Izkia tiene muchas ganas de asumir este desafío también y yo confío plenamente en ella.
¿Qué criterios utilizó para elegir a su equipo?
Los criterios que tuvimos a la vista fueron, por un lado, que tenía que ser un gabinete paritario o más mujeres que hombres; que incorporara diversidad de realidades donde también tuviera presencia la educación publica, tanto a nivel de formación escolar como universitaria; un gabinete que lograra ser una síntesis de generaciones en donde por un lado está nuestra generación que emerge en la vida pública el 2006 y que se ha fogueado a partir de luchas sociales pero también otra que ha administrado el Estado durante mucho tiempo y que tiene experiencias valiosas de las cuales queremos aprender.
Y también un gabinete que represente la amplitud social que logramos convocar en la victoria del 19 de diciembre que es Apruebo Dignidad como su base, pero va más allá de Apruebo Dignidad, con los partidos políticos que nos dieron su apoyo en la segunda vuelta y que tienen representación parlamentaria y también, por cierto, de organizaciones sociales y personas independientes que son las que más se movilizaron y marcaron la diferencia junto con las mujeres.
La señal de elegir al actual presidente del Banco Central para manejar el Ministerio de Hacienda es aplaudida por los empresarios e inversionistas. ¿Cuánto le costó convencer al Partido Comunista (PC) de este nombramiento?
Los nombramientos, de ningún cargo, fueron discutidos en términos de personas con los partidos. Ellos me entregaron plena libertad para designar el gabinete, confinado en el criterio que yo tuviera para conformar nuestro equipo de trabajo. Y en eso agradezco la altura de miras que tuvieron todos los partidos.
¿Fue una decisión colectiva?
Fue una decisión colectiva, yo lo conversé al comienzo del proceso con Apruebo Dignidad, la posibilidad de incorporar a gente independiente y a militantes de partidos políticos que no fueron parte de la coalición y me dieron plena libertad para hacerlo y yo la ejercí como corresponde.
Además, creo que en el caso de Mario Marcel en particular, tiene una trayectoria y una experiencia en el Estado, en la dirección de presupuesto, en el Banco Central y también afuera, en el Banco Mundial, en la OCDE, y esa trayectoria es incuestionable, y que además es una garantía de seriedad para las reformas que tenemos que empujar y que van a ser difíciles y que van a requerir de amplios consensos y que necesitaban, creo yo, esta garantía que una persona como Mario Marcel le puede dar, además de sus firmes convicciones progresistas, como él se define socialdemócrata.
Usted siempre responde en plural, en circunstancias que todas las preguntas se las he hecho a usted, probablemente porque usted toma sus decisiones parlamentando con el resto de su equipo. Me refiero a esa lógica de asamblea que utiliza su conglomerado para tomar las decisiones, que puede que sea muy democrática, pero ¿le parece eficiente a la hora de tomar decisiones?
Hay harto mito en esto de las asambleas. Toda organización requiere de algún tipo de orden. Y el desafío que nosotros tenemos como gobierno es generar un nuevo orden.
Yo diría que el problema de Chile hoy día es que ese orden no existe. El contrato social ha sido roto. Y desde mi punto de vista por las élites. Y, por lo tanto, para poder recuperar el orden, se requieren nuevas formas y no repetir lo mismo del pasado.
¿Se siente parte de la generación de Jacinda Ardern, Sanna Marin, Emmanuel Macron, incluso Alexandria Ocasio–Cortez? ¿Hay algo más grande, distinto, a que todos sean menores de 45 años?
No conozco en detalle cuáles son las convicciones de cada uno de ellos y el tener la misma edad no necesariamente indica algo.
Yo puedo decir que tengo una cercanía ideológica con García Linera, independiente de la edad que tenga, o una complicidad clara con Podemos en España, que no tiene que ver con un tema de edad, tiene que ver con las convicciones que tenemos. Y valoro mucho la experiencia de Lula pero también trato de leer la de Cardoso. Uno no puede fijarse referentes estáticos.
Lo que sí es cierto es que hoy hay una crisis global en términos de crisis climática de la cual creo que nuestra generación tiene más conciencia que las anteriores. Y eso yo espero sea algo que nos una. Tuve la oportunidad de conversarlo con Justin Trudeau, recibir una carta de Emmanuel Macron, también, en ese sentido, sé que Jacinda Ardern ha tenido esa preocupación, así es que espero que ahí tengamos un punto de encuentro donde forcemos a las generaciones anteriores y a los gobernantes de todos los países, como lo ha dicho Greta, de tomar acción ya.
¿Cuáles son sus prioridades en términos económicos?
Hay que distinguir en materia de plazos. Que podamos tener una consolidación de la reactivación económica que sea justa. Que no reproduzca de manera calcada las desigualdades anteriores. Y eso implica darle mayores herramientas a las pequeñas empresas para que haya una desconcentración del mercado. El 87% de las ventas en Chile están concentradas en las grandes empresas y solo el 13% en la pequeña y mediana empresa. Esa es piedra fundante de la desigualdad en nuestro país.
Tenemos que lograr la combinación entre crecimiento y redistribución. Una distribución más justa de la riqueza. Ninguna es sostenible sin la otra. Todos han crecido, eso es cierto, pero algunos mucho más y eso ha acrecentado la división y la fractura de la sociedad chilena.
Usted habla de un pacto tributario y no de una reforma, una diferencia semántica de fondo, lo primero significa un acuerdo con todos los sectores políticos.
Qué bueno que lo notes porque es a lo que tratamos de aspirar.
Esto no es algo de buenos contra malos sino que queremos que todas las fuerzas productivas del país se pongan de acuerdo en que es necesaria una mejor redistribución de la riqueza para poder crecer. Y que además sea sustentable y sostenible con el medioambiente y a eso esperamos convocar a los trabajadores organizados, las pymes y los grandes empresarios.
Recibirá un país con una de las tasas de inflación más alta en las últimas décadas, con un déficit estructural relevante, ¿en qué minuto piensa comunicarle a la ciudadanía que no será fácil cumplir las promesas de su programa?
Lo estamos haciendo permanentemente. Nos hemos comprometido a respetar el presupuesto aprobado por el congreso que tiene una reducción del gasto fiscal de un 22% y también de avanzar en nuestras reformas en la medida de que vamos asegurando ingresos permanentes aquello que considera gasto permanente. Y esa es una línea de la que no nos podemos desviar. No puede haber atajos irresponsables. Tengo confianza en que la ciudadanía lo vaya entendiendo.
Presidente electo de Chile
¿Qué tan complejo es instalar un Estado de Bienestar en un país que no tiene los estándares económicos ni sociales que tienen los modelos socialdemócratas más exitosos?
En eso hay que ver el estado en que estaban los países que hoy día tienen estados de bienestar desarrollados, en el momento que eligieron tomar ese camino.
Los desafíos son distintos. En el caso de los países europeos, no solo los nórdicos, tomaron la decisión de crear estados de bienestar que garanticen derechos sociales universales cuando tenían un PIB per cápita parecido o inferior al que tiene Chile hoy. Y ahí yo espero que nos pongamos de acuerdo como sociedad, en el sentido de que hay metas de largo plazo que no van a ver resultados antes de las próximas elecciones y que por lo tanto, muchas de las decisiones que tomemos, no pueden estar mediadas por la ansiedad electoral y que hay frutos que no me va a tocar cortar la cinta a mí.
¿Cuál diría que es nuestro talón de Aquiles?
Hoy, la desigualdad.
¿Y el suyo?
Hay hartas cosas que uno podría decir ahí, pero si tuviera que elegir uno, más que mío personal, el gran riesgo de nuestro gobierno es no poder afirmar nuestra base social de apoyo más allá de nuestras fronteras actuales.
Si nos quedamos solamente con quienes estamos hoy, no vamos a lograr hacer las transformaciones que queremos. Por lo tanto, si no nos movemos todos juntos en eso, y no empezamos con el clásico y permanente fraccionamiento de la izquierda, será un desafío muy difícil.
Como dirigente estudiantil usted estuvo muchas veces en la calle. Viene de la protesta por una educación gratuita y de calidad. Muchas de esas manifestaciones terminaron en actos de violencia. Y ustedes mismos hablaban de personas que ensuciaban esas marchas, pero eran pocos… Hoy parecen ser la norma, ¿qué pasó?
No son la norma respecto de la mayoría, lo que sucede es que hay varias explicaciones, pero antes quiero dejar claro que sigo creyendo que la vía no es la violencia, en eso quiero ser muy claro. Yo creo que hay una frustración acumulada al ver que por los caminos institucionales no se podía hacer cambios.
La violencia es un fenómeno que debemos tratar de entender para tratar de erradicar.
Ahora, si quieres asegurarte de que siga habiendo violencia, entonces hay que dejar las cosas tal como están.
Hay un sector de la izquierda que probablemente no le va a conceder espacio para una radicalidad ponderada…y la respuesta puede ser más violencia en las calles. ¿Cómo piensa enfrentar esa violencia?
Tenemos el deber de hacer respetar el orden público, eso no es una opción para el gobierno. Y hacer cumplir la ley. Lo que nosotros esperamos es que mediante el proceso de transformaciones que vamos a iniciar, la convocatoria y la manera en que le hablemos al pueblo de Chile, esos sectores van a ser cada vez más minoritarios.
¿Qué tipo de constitución le atrae más, una bien reglamentada o una más orientadora?
Me gusta más la idea de una constitución orientadora pero no aséptica. Una constitución que consagre derechos sociales universales, que defienda la libertad y la igualdad, una constitución que descentralice pero una constitución no abarcadora de todos los temas y todas las problemáticas.
La constitución no puede estar pensada solo desde el 2021 y el 2022. Tiene que permitir que incluso preguntas que todavía no tenemos, quepan en la constitución.
En lo personal, ¿qué ha tenido que transar además de su pelo largo, poleras rockeras y sus guayaberas?
Ahora último la posibilidad de salir a un bar, de ir a una librería, es cada vez más difícil.
¿Bajo qué circunstancias sí usaría una corbata?
Lo de la corbata tiene dos sentidos. Uno estético medio absurdo, pero yo también me di cuenta que cuando pasó lo del reclamo en el Congreso, había un ánimo de disciplinamiento y homogenización de parte de una élite muy cerrada y muy parecida entre sí y por eso me mandaron a la comisión de ética, por andar sin corbata. Ahora se naturalizó completamente y es totalmente normal andar sin corbata en el Parlamento.
Y a propósito de eso, una vez tuve la suerte de conocer a Joan Baez y bailamos y me preguntó (después de haberla escuchado cantar a capella) sobre el tema, porque le contaron la anécdota de la corbata y meses después me llegó una corbata hecha por aborígenes australianos, enviada por Joan Baez. Si algún día tuviera que ocupar una seguramente sería esa.
¿Y podría ocuparla luego?
No lo tengo pensado. Quizás en el matrimonio de algún amigo.
¿Y no en el cambio de mando?
No, hay límites. Sería simbólicamente renunciar a la esencia.
Viene de una familia creyente, una madre católica, que reza y tiene un altar a la virgen en su casa. ¿Nada de eso le hace sentido en momentos de angustia?
Respeto mucho la fe de mi madre y a veces extraño el don de la fe pero no es algo que tenga en este momento y no creo que sea algo a lo que se puede recurrir solo en estado de necesidad. Tengo un tema pendiente de cómo trabajar la espiritualidad. Es algo que siempre me ha interesado y nunca me he dado el tiempo de hacerlo.
¿Cómo controla su ansiedad?
A veces comiendo, que no es el mejor método. Leyendo, la lectura me tranquiliza, cuando tengo tiempo de hacer deporte, me gusta jugar fútbol.
¿Y siente que a veces se le escapa de las manos?
He aprendido, acompañado de tratamientos, a ir controlándola. Yo tengo un trastorno obsesivo compulsivo y tomo medicamentos por eso. También es algo que he logrado domesticar gracias la ciencia, esto no solo es voluntad.
Se habló bastante de su salud y también del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) que padece y que usted hizo público. ¿Cree que hubo otras intenciones al relevar este tema durante la campaña electoral?
Sin lugar a dudas. Hay un estigma respecto de la salud mental.
¿Qué situaciones le incomodan?
Me incomoda mucho la mentira intencionada, no el error, me carga la gente que habla en off en el periodismo, me molestan los cahuines.
Usted ha demostrado ser un político bien tolerante al juicio opositor, ¿pero qué ocurre cuando ello apunta a la gente que usted más quiere, como su compañera Irina Karamanos, quien asumirá el rol de primera dama y quien ha sido criticada por ello, principalmente por su sector?
Hay que distinguir entre la crítica constructiva y el debate político que se da al interior del feminismo y que es totalmente legítimo de la crítica oportunista y artera y me parece que ha habido harto de lo primero y poco de lo segundo. Los debates del feminismo son deseables. Tenemos que acostumbrarnos a que el tener divergencias de opinión no significa una tragedia. Pero cuando los ataques son personales, y particularmente contra mis seres queridos, hermanos, padres, amigos o la Irina, es algo que efectivamente me molesta mucho.
¿Cuál es la épica que le gustaría imprimir a su gobierno?
Que a través de la política es posible cambiar el mundo. Que la política no es un espacio de corrupción, mentiras y acomodos. La política puede ser un oficio honesto para las transformaciones sociales, inclusivo, no solo de profesionales.