Queda un mes y medio para la elección presidencial y, por primera vez en los últimos 30 años, no sabemos quién será el próximo Presidente o la próxima Presidenta de Chile. Ni siquiera tenemos certezas del o la rival de Gabriel Boric en la segunda vuelta, porque la verdad es que lo único claro, hasta ahora, es que el abanderado del FA y PC estará en el balotaje de diciembre. Siempre, desde 1989 en adelante, a estas alturas de la competencia, habíamos sabido que Aylwin, Frei, Lagos, Bachelet y Piñera estarían en La Moneda en el mes de marzo del año siguiente.
Si las elecciones fueran este próximo domingo, Boric obtendría el primer lugar; en cambio, el segundo puesto está completamente abierto. Hasta hace un par de semanas, Sebastián Sichel tenía altas probabilidades de ocupar esa posición, sin embargo, ese escenario pareciera estar diluyéndose de manera acelerada. Los graves errores no forzados del representante del oficialismo, sumados a una fuerte desafección de un número importante de militantes de la UDI y RN, han dejado a Sichel en una compleja situación.
Ya sabemos lo que pasa cuando alguien pierde su condición de favorito a tan pocas semanas de una elección: las personas exploran opciones, en lo que se denomina la búsqueda del “voto útil”. Y, claro, el paso en falso del exministro de Piñera le abrió una oportunidad a Provoste –que venía en bajada y tiene la difícil misión de ser capaz de alinear a su sector con el cuarto retiro– y a José Antonio Kast, quien ha acortado distancia con Sichel gracias a sus declaraciones radicales –como su dura posición frente a la migración y la crisis de La Araucanía–, las que conectan con la derecha más conservadora y extrema y, claro, con los desencantados de Sichel y Piñera.
Sin duda, las contradicciones mostradas por Sichel, con el retiro del 10%, dejaron en evidencia que el candidato no solo cometió un error al tratar de convertirse en el “sheriff” de la derecha –amenazando previamente a quienes votaran a favor del proyecto– sino que también se sobreestimó en su capacidad de ordenar al sector. Por lo visto, a 19 parlamentarios no logró amedrentarlos la agresión de Martorell a Paulina Núñez –“es una desilusión que te saques la foto y después hayas decidido dejar de ser parte de este proyecto político y de Gobierno”–, dejando a un Sichel sin piso y sin explicación. Pero faltaba lo peor. El enredo por los retiros personales, vacilaciones y los cambios radicales de posición. El episodio se convirtió en un autogol y una bomba de racimo para su candidatura.
Cuesta comprender cuál fue el diseño y el cálculo político de Sichel y su equipo cuando jugaron la arriesgada carta del cuarto retiro. Tenían mucho que perder y muy poco que ganar, considerando el comportamiento previo de los diputados del sector y las señales entregadas, especialmente en el caso de la diputada Núñez. Pero Sichel mostró una faceta de su personalidad que relatan muchos que lo conocen bien, esa del hombre arriesgado, que toma decisiones en solitario, sorprendiendo a sus asesores, los que deben luego trabajar en el control de daños.
Por supuesto que no está en cuestión el usar una opción que entregó la ley, el problema de fondo es que la derecha se opuso duramente a los retiros argumentando razones de “principios” y anunciando el apocalipsis para el país. Es decir, hablaban de convicciones. Luego de todo lo que ha pasado en este país en los últimos años y que ha llevado a que la política y sus representantes ocupen la última línea en confianza y credibilidad, no es aceptable para la gente que los parlamentarios pidan conductas a los otros que ellos mismos no son capaces de cumplir. Esto es similar a cuando Allamand batallaba contra el divorcio, pese a que él estaba separado y luego se divorció.
Sichel se demoró dos días en admitir lo que circulaba en redes sociales. Un error comunicacional de principiantes, considerando que la información ya estaba disponible. Para colmo, su explicación fue de una falta de empatía total cuando argumentó que lo había hecho para tomar un APV. Recordemos que los retiros fueron una forma de sobrevivencia para millones de chilenos. Y el desconcierto de ahí en adelante se proyectó de manera evidente, hasta rematar con una declaración en que Sichel adoptó una posición que distaba 180° de la original. Ahora había que retirar el 100% de los fondos para “guardarlos lejos de la política”. Afirmación insólita viniendo de un expresidente de partido, exministro y candidato presidencial. A continuación, la iniciativa de Sichel fue rechazada de plano por el presidente de RN, uno de sus auspiciadores principales.
Si hace unas semanas Sichel advertía –con ironía– que no se podrían sacar una foto en él quienes votaran por el cuarto retiro, hoy varios deben estar pensando en que ahora son ellos los que no quieren retratarse con el candidato de La Moneda.
Y si el revés de Sichel lo dejó en una posición complicada, lo de Franco Parisi se ha convertido en una situación inédita en la política chilena, digna de una serie de ficción. El economista sigue haciendo campaña desde Estados Unidos, centrada principalmente en la fiel fanaticada que tiene en RRSS. El representante del Partido de la Gente ha justificado su ausencia por una especie de persecución política, que tiene bastante de paranoia. Claro, olvida mencionar los eventos que lo han tenido en el centro de la polémica en los últimos años –incluyendo una investigación por acoso sexual y los problemas en los colegios de su propiedad– y, por supuesto, la denuncia de no pago de pensión alimenticia. De seguro, el candidato desconoce la sensibilidad que existe en nuestro país en un tema como este, porque, si viviera en Chile, entendería perfectamente que un candidato así debería abandonar la competencia a la brevedad, antes que el daño a su propia reputación ya sea irreversible.
FUENTE:
Por Germán Silva Cuadra 4 octubre, 2021
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