Para algunos pacientes que enfermaron de Covid-19, las dificultades no se terminan cuando el virus abandona el organismo, sus huellas se transforman en una condición crónica que perdura por meses. Fatiga, cansancio, problemas cognitivos y para respirar son parte de la vida post virus.
No tiene un único nombre, tampoco definición única y menos una explicación que logre consenso. Como todo en esta pandemia, aún queda mucho por estudiar y definir. Lo único cierto es que quienes se ven afectados por esta condición lo pasan mal porque no siempre obtienen diagnóstico para lo que están sintiendo y porque deben soportarlo por varias semanas o meses.
Long-Covid o Covid persistente. Así se conoce. Y las cifras no son alentadoras: la experiencia acumulada hasta ahora, indica que entre el 10 y el 30% de las personas que se infectan con el virus Sars-CoV-2, con cuadros leves, moderados o graves, podría desarrollarlo.
Un cuadro de incluye varios síntomas que impiden a los pacientes continuar con la vida que tenían antes de contagiarse con el virus incluso meses después de ser dados de alta de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
El doctor Greg Vanichkachorn, director médico del Programa de Rehabilitación de Actividades COVID de Mayo Clinic, señala que “el Covid de larga duración podría ser una nueva infección crónica para algunas personas”. En esta institución, desde mayo de 2020 comenzaron a recibir personas que referían síntomas más allá del cuadro agudo del Covid-19.
La definición de esta institución y también de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, su sigla en inglés), menciona como plazo, más de cuatro semanas con síntomas desde que se diagnostica la enfermedad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió en octubre del año pasado un plazo sobre los tres meses con molestias.
El doctor Carlos Pérez, infectólogo Clínica Universidad de los Andes y decano Facultad de Medicina y Ciencia de la Universidad San Sebastián señala que el cuadro descrito como Covid-19 prolongado o “condiciones post Covid” se refiere a personas que a las cuatro semanas desde el inicio de los síntomas, todavía tienen algunas manifestaciones variadas que no tienen relación con el nivel de gravedad de la enfermedad que desarrollaron.
¿Por qué se produce? Por ahora solo hay teorías dice el especialista de Mayo Clinic. “Al comienzo, apuntábamos a buscar tratamientos. Hoy la investigación ha avanzado, pero ni siquiera estamos de acuerdo en el nombre. Tenemos algunos resultados y creemos que el problema está en el sistema inmune de cada individuo, que no funciona bien”. Puede ser una condición genética, la respuesta individual del sistema inmune.
“Desafortunadamente, no tenemos forma de determinar qué paciente tiene más riesgo de desarrollar Covid prolongado, no sabemos si es la edad, que tengan asma, alguna enfermedad al corazón… no sabemos”, dice el experto de Mayo Clinic.
También se ha encontrado que algunos pacientes presentan inflamación del cerebro. “A medida que se avanza más en la investigación, nos hemos dado cuenta que los síntomas de los pacientes afectan en su trabajo, en la casa, en la rutina diaria. Muchos han perdido el trabajo. Desafortunadamente, para los pacientes, es complicado volver al trabajo después de una infección aguda” sobre todo cuando hay neblina mental”, detalla el profesional de Clínica Mayo.
El infectólogo de la Clínica U. Andes, dice que en general, los síntomas que más refieren las personas afectadas con Covid persistente son la fatiga, falta de aire, dificultad para concentrarse o la llamada neblina mental, tos persistente, dolores musculares, alteraciones del sueño, del ánimo, trastornos menstruales en las mujeres, pérdida del gusto o del olfato.
Vanichkachorn agrega fibromialgia, mareos, olvido de las palabras, tinnitus (zumbido en los oídos), depresión y ansiedad, pero aclara que estos dos últimos pueden aparecer debido a los otros síntomas que se extienden más allá de la enfermedad.
¿Ayuda la vacuna? Lo que han visto los especialistas es que aquellos pacientes que estando vacunados se contagiaron de Covid-19 y desarrollaron Covid persistente, tienen una mejor recuperación. “No estamos seguro si esto es a causa de la vacuna u otra cosa porque ahora también los pacientes se están tratando al mes de la infección”, dice Vanichkachorn.
En término de cifras, las mujeres son las más afectadas. “No hay respuesta en la literatura. En la investigación en el último mes, hemos visto que las mujeres tienden a presentar más fatiga, fibromialgia y problemas inmunes. También informa más, se preocupa más por su situación y lo reporta. Los hombres reportan más dificultad de respiración.
Cuando se trata de Covid Prolongado, el doctor Pérez indica que se debe hacer diferencia entre las personas que tuvieron secuelas permanentes después de un Covid grave, como accidente vascular que deja déficit neurológico o un infarto agudo al miocardio o un daño renal permanente. “Esas son secuelas y van a ser permanentes. Los otros, son síntomas que persisten pero que en general van a desaparecer”.
¿Cuánto tiempo pueden durar? Todos estos síntomas pueden persistir semanas o meses. Incluso más de un año. “La condición es crónica, puede durar más de un año, pero los pacientes no deben perder las esperanzas y tampoco tener miedo de buscar ayuda médica si la necesita”.
La doctora Carolina Rivera, fisiatra de Clínica Alemana, señala que comenzaron a ver pacientes con síntomas que iban más allá de la infección aguda. Personas que referían síntomas y que no habían estado intubadas ni hospitalizadas, muchas que habían pasado la enfermedad como un cuadro moderado, en su casa. “No eran pacientes críticos en los que se pudiera pensar que debido a la analgesia, el tiempo de hospitalización y el ventilador mecánico, tuvieran síntomas tiempo después”.
Pese a los casi dos años de pandemia, esta especialista dice que todavía hay mucho desconocimiento, de parte de médicos y también de pacientes. Además, no todos tienen acceso a rehabilitación e incluso, a veces los seguros no cubren las atenciones. “Provoca una discapacidad transitoria. Los pacientes a veces tienen que dejar de trabajar, de estudiar, porque no pueden. Hay una fatiga física, cognitiva que es real, incluso cuando hayan tenido un covid leve. Pueden ser pacientes jóvenes, en edad productiva”.
Aunque parezca ilógico, Rosario Rosales (25) se alegró cuando uno de sus exámenes salió alterado. Hoy egresada de Derecho, se contagió en mayo de 2020. “Mi teoría es que me contagié en la veterinaria, cuando llevé a mi perro a unos exámenes. Siempre usaba mascarillas, casí no salía, me lavaba las manos siempre, usaba alcohol gel… fue la vez que salí. En casa, también se contagió mi hermano”, cuenta.
Recuerda que el cuadro de Covid-19 fue extraño. Se sentía mal, tanto que visitó la urgencia dos veces, le costaba respirar pero los exámenes salían normales: oxigenaba bien, el escáner de sus pulmones también estaba normal. Le indicaban paracetamol y a la casa. “No podía hablar por teléfono, no me salía la voz, me ahogaba hablando… caminaba al baño y me cansaba, como si corriera una maratón, me dolía el pecho, la espalda, muy debilitada, pulsaciones altas, muy lánguida. Pase casi dos meses en cama. Iba al médico y me decían que todo duraba un mes. No tuve tos, pero sí fatiga. Nunca me había sentido tan mal”.
Sin embargo, lo peor, era que los médicos no le creían. Ya había pasado más de un mes desde que había sido diagnosticada y no se recuperaba. “Pase como por cuatro broncopulmonares, pero mis exámenes no mostraban nada alterado. Me decían que era psicológico. Incluso una doctora dijo que lo que me pasaba se debía a mi miedo a la muerte. Fui donde mi traumatólogo, que me trataba de niña y él me pidió hacer sentadillas. Alcancé a hacer cinco y el pulso se me elevó. Entonces me dijo, “tu cuerpo está gritando que algo no anda bien”. Me envió a kinesiología, un programa que hacían en Clínica Alemana”, relata Rosario.
Antes de contagiarse, la joven iba al gimnasio tres o cuatro veces a la semana. Pero luego, subir a su habitación que está en el segundo piso de su casa, es un real sacrificio físico.
Su hermano, que se contagió al mismo tiempo, solo experimentó síntomas digestivos y un poco de fiebre un par de días. Ambos perdieron el olfato y lo recuperaron.
“Han pasado casi 20 meses y todavía no estoy 100%. Todavía me ahogo un poco. Sigo con fatiga. Antes me daban ganas de llorar cuando tenía que subir las escaleras en mi casa. Ahora lo soporto mejor, pero no puedo estar subiendo y bajando. Cognitivamente, también me canso, estoy más lenta pero mejor que el año que me contagié”, dice Rosario.
En julio de 2020, dos meses después de la infección, estaba programado realizar su examen de grado. “Trataba de estudiar pero no podía. No entendía lo que leía. Siempre fui buena estudiante, ayudante de varios ramos. Pero simplemente no podía. Tuve que retomar en marzo del año pasado”.
La joven recuerda que en uno de los exámenes que le ordenó la doctora Rivera, cuando ya estaba en rehabilitación, salió alterado. “Me hicieron varios como parte de la rehabilitación neuropsicológica en la que estaba, uno que medía la capacidad pulmonar. Me puse contenta… era como decirle a los médicos que me habían visto antes ‘miren, ustedes que no me creían’. Si me enfermara de nuevo ahora, yo creo que sí me creerían, porque se sabe un poco más. No es un invento”, insiste la futura abogada.