Este perfil de Fernando Karadima se publicó originalmente en 2018 y fue actualizado con motivo de la muerte del exsacerdote.
Fue el depredador sexual más famoso de Chile y muchos lo conocen simplemente por su apellido: Karadima.
Fernando Karadima murió a los 90 años la noche del domingo en la residencia de ancianos de Santiago donde vivía, confirmaron este lunes medios locales y agencias internacionales.
Fue expulsado del sacerdocio por el papa Francisco, una “decisión excepcional” que tomó el Vaticano por los abusos de menores cometidos por el religioso.
En 2011 la misma Santa Sede había declarado a Fernando Karadima culpable de abusos sexuales y psicológicos reiterados cuando era párroco en una iglesia en la capital, Santiago.
Fue sentenciado a una vida de penitencia y oración, y se le prohibió tener contacto con antiguos feligreses o realizar cualquier acto eclesiástico de forma pública.
La justicia chilena investigó a Karadima pero no fue a prisión ya que las acusaciones en su contra se remontaban a la década de los 80 y la primera mitad de los 90, por lo que esos delitos prescribieron.
Del prestigio al escándalo
Antes de estar en el centro del mayor escándalo de abusos sexuales en la historia chilena, Fernando Karadima era uno de los religiosos más prestigiosos del país.
Era considerado un guía espiritual por muchos de los feligreses que asistían a sus misas en la parroquia de El Bosque, en la acomodada comuna de Providencia.
El escritor Ariel Dorfman recordó en una crónica para el diario Clarín un encuentro que tuvo con el prelado durante su juventud.
“Me sentí atraído por su suave magnetismo -me trató como si yo fuera el centro del universo, como si se preocupara por mi bienestar y mis dilemas- aunque a la vez intranquilo por algo en el brillo de sus ojos persuasivos y el gozo sensual con que sus labios pronunciaban cada sílaba”, escribió.
Ordenado sacerdote en 1958, Karadima había sido nombrado párroco titular de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en avenida El Bosque, en 1985, y trabajó allí hasta 2006.
Sus misas y retiros tenían una alta convocatoria entre los sectores más influyentes de la comunidad chilena.
De allí la sorpresa que causó cuando el prelado fue acusado por algunos feligreses y exsacerdotes de El Bosque de haber cometido abusos.
Las primeras denuncias se presentaron ante la Iglesia en 2004 pero se mantuvieron ocultas y el tema no se hizo público hasta varios años más tarde.
Fue en 2010 cuando uno de los denunciantes, el médico James Hamilton, apareció en un programa de televisión llamado Tolerancia Cero e hizo una denuncia pública.
Fue eso lo que llevó a la investigación canónica y a la apertura de un juicio criminal.
“El Santo”
La periodista y académica Maria Olivia Monckeberg escribió la biografía “Karadima, el señor de los infiernos” (2011, Random House) sobre él.
Monckeberg dijo a BBC Mundo en 2018 que el poder de Karadima residía en la red eclesiástica que había tejido.
“Él formó a unos 40 sacerdotes y a cuatro obispos,y esto hacía que fuera un hombre muy poderoso”, señaló.
¿Cuántos abusos cometió? “No se sabe, porque muchas de las víctimas no han hablado”, explicó Monckeberg, quien estima que algunos de esos 40 sacerdotes formados por Karadima podrían haber sufrido de abusos.
“Él tomaba a estos niños jóvenes de familias acomodadas, que muchas veces estaban pasando por situaciones críticas en su vida familiar -por ejemplo la muerte de un progenitor o la separación de los padres-, y los acogía”, relató la autora.
“Existía un endiosamiento terrible del personaje. Le decían El santo o El santito. Era un pensamiento casi de secta”, reveló.
“Tarde”
Las denuncias de Hamilton y de otras víctimas que hablaron públicamente, como Juan Carlos Cruz y José Andrés Murillo, llevaron a que Karadima pasara a ser considerado uno de los peores depredadores sexuales en la historia de Chile.
La inusual decisión del Vaticano de expulsarlo del sacerdocio reflejó la gravedad de sus crímenes.
Algunas de sus víctimas agradecieron al papa su decisión.
Sin embargo, hay quienes, como Monckeberg, consideran que la reacción de la Santa Sede fue demasiado lenta.